La iglesia no ha sido llamada ni a
excluirse ni a asimilarse totalmente con el mundo. No tenemos
libertad para retirarnos del mundo, ni tampoco para confundirnos con
él. En palabras de Jesús, debemos estar en el mundo pero no ser
parte del mundo. Necesitamos recordar continuamente que la iglesia
pertenece a dos ámbitos: al cielo y a la tierra.
La iglesia
es santa y está en proceso de santificación
La
iglesia tiene dos estados en relación con la santidad; uno es actual
y el otro, potencial. Por un lado, los cristianos ya son santos, en
el sentido de haber sido apartados para Dios. Por otro lado, son
llamados a ser santos, a desarrollar una vida de santidad.
Sólo
cuando invocamos a Dios
para que
él sea realmente Dios en nosotros,
tenemos
esperanza de llegar a ser lo que
realmente
debemos ser.
La
iglesia es el pueblo santo de Dios, fue comprada por la preciosa
sangre de Cristo y santificada por el Espíritu Santo. Sin embargo,
Cristo todavía no ha presentado ante el trono su novia sin manchas
ni arrugas. Hay una tensión inevitable entre la realidad esencial y
la realidad actual, entre lo humano y lo divino, entre el “ya” y
el “todavía no”. Para mantener el equilibrio es fundamental
recordar que vivimos entre dos momentos claves en la historia: entre
la primera y segunda venida de Cristo. La historia de la iglesia
transcurre entre lo que Cristo hizo cuando vino y lo que hará cuando
venga otra vez, entre el “ya” del reino inaugurado y el “todavía
no” del reino consumado.
Extraído de “Señales de una iglesia viva” John Stott pagina 34
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