22/5/14

¿Cómo criar hijos adolescentes?

Padres que sufren por hijos adolescentes - John White
El refrán habla de "echar aceite sobre aguas turbulentas". La metáfora proviene de la curiosa manera en que el aceite calma las olas al modificar la tensión superficial del agua y reducir los efectos del viento. Las operaciones de rescate de los barcos que han naufragado a menudo se hacen más fáciles y seguras si se derrama aceite sobre el mar que los rodea. 
Ser una fuente de paz es ser como el aceite sobre las olas. No significa desarrollar una técnica para sedar a la familia. Hacerlo así es seguir haciendo el rol de diplomático, que es lo que estoy sugiriendo que debemos superar. Ser como el aceite requiere algo más que decir palabras buenas o adoptar posturas facilitadoras. Significa gozar uno mismo de paz, una paz que debe surgir de su propia experiencia. 
Seguramente conoce personas que parecen contagiar la paz a su alrededor. La tensión se disuelve cuando entran en una habitación. De pronto las preocupaciones que nos hacían temblar o mordernos las uñas resultan triviales. El sol parece salir cuando esa gente empieza a hablar. La pregunta que debemos hacernos no es: ¿Como lo hacen?. No es lo que "hacen" lo que interesa sino lo que "son". Ellos están en paz. Y porque están en paz pueden ser fuentes de paz para otros. Percibimos su paz interior y nos sentimos agradecidos y restaurados. Ser una fuente de paz significa estar en paz con uno mismo de manera de no ser conmovido por las tormentas. Entonces usted irradiará paz hacia las personas que lo rodean. 
Si usted tomara tranquilizantes media hora antes de un estallido familiar, podría irradiar tranquilidad. Tendría menos ansiedad, y se mostraría sereno y amable. Sus preocupaciones le parecerían triviales. El conflicto familiar lo amedrentaría menos y usted podría enfrentar la situación con calma mientras durara el efecto de la píldora. Al percibir su estado, la tensión empezaría a ceder en el resto de la familia, pero al costo de exponerse a un hábito malo y dañino. Yo no recomiendo tranquilizantes para los conflictos familiares. Lo que se necesita es una paz genuina, de ese tipo que hace que los perros le hagan fiesta o que los bebés extiendan sus brazos confiados hacia usted. Tampoco recomiendo una paz que surja de un "bah - no -importa", evadiendo asuntos vitales o desatendiendo los problemas familiares. No debe encubrir irresponsabilidad ni escapismo, sino surgir de una seguridad interior de que todo está bien: esa paz que revela la mirada de una persona que está en contacto con Dios. 
Cuando usted está perturbado, irritado, airado, no puede contribuir a que otros sientan paz. Pero cuando su espíritu está en calma y tranquilo, al intervenir en una riña su serenidad dará seguridad a los demás, y disminuirá su resentimiento. Si usted interviene con actitud beligerante podrá tener éxito en controlar la hostilidad en la familia, pero no resolverá el resentimiento y la amargura que dieron origen a la disputa. Un espíritu tranquilo y manso es de gran valor a los ojos de Dios y es un recurso invaluable en la vida familiar. 
Ser fuente de paz en la familia es aceptar el hecho de que el conflicto puede surgir, pero que eso no significa que usted ha fracasado como padre. Habrá peleas entre hermanos. Habrá conflictos a medida que los niños aprendan a respetar los objetos personales o aprendan a manejar los celos hacia los hermanos mayores, más dotados o más afortunados. Los celos y las peleas no existen. Son parte del proceso por el que los niños entran en relación con el mundo dentro de sus propias familias. Aceptar que esas conductas ocurren no significa aprobarlas, pero significa no dejarse alterar, y además admitir que sería muy sorprendente que no llegaran a producirse. 
Ser fuente de paz significa tener la capacidad de reconocer rasgos y conductas molestas en otros miembros de la familia sin sentirse interiormente perturbado. Significa tener expectativas realistas respecto a los niños en diferentes etapas de su desarrollo...

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John White nació en Inglaterra, en 1924. 
Se graduó como médico, y durante varios años trabajó como misionero en Latinoamérica. 
También se desempeñó como secretario general de la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos entre 1958 y 1964. Desde 1965 se radicó con su esposa Lauie y sus hijos en Canadá, donde ejerció la psiquiatría y fue profesor en la Universidad de Manitoba. Además de llevar a cabo un fructífero ministerio pastoral en la Comunidad Cristiana de La Viña fue conferencista y autor de más de 25 libros. 







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